‘Los cuyes se crían mejor con buena energía’

Miercoles, 10 de Marzo de 2021

Carmelina Trejos no sabe la razón exacta del por qué los cuyes que cría en su pequeña parcela, justo al lado de la torre 489 de la línea Interconexión con Ecuador, se ponen más gordos, como enormes bolas de dulce de algodón, que cuando lo hace en la casa familiar, en una de las montañas de la vereda Minchoy, de San Francisco, en el alto Putumayo.

A la parcela que ella llama ‘Mundo nuevo’ se llega, desde la vivienda familiar, solo tras una caminata de 40 minutos por trochas pantanosas y quebradas que demuelen las piernas de los foráneos. En el pequeño lote, coronado por una construcción de tablones de madera, Carmelina cría, además de los cuyes, dos marranos rosados y tres reses, y siembra caña, repollo, plátano, lulo, cebolla, sidra, zanahoria y chachafruto.

Carmelina, con la sonrisa franca de la gente del campo, dice, señalando la torre que pasa a unos 40 metros del ranchito donde crecen los cuyes y donde las líneas de alta tensión sirven de techo a los pequeños cultivos, que la estructura y los cables siempre han estado ahí desde que compró la parcela, en 2007. Desde entonces, ella va dos veces al día a su predio. Eso sí, solo emplea en su caminata 20 minutos por trayecto.

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“Mire como están de gorditos y bonitos estos cuyes, pero allá en la casa de abajo nunca se me ponen así; debe ser por la buena energía de la torre. Así los puedo vender mejor o rinden más para la comida de la casa”, ríe Carmelina, de 49 años, y quien además de atender ‘Mundo nuevo’ y la casa donde vive con José Medina, su esposo; tres hijos y tres nietos, es la secretaria de la Junta de Acción Comunal de la vereda Minchoy.

“La verdad –agrega–, durante los 24 años que llevan las torres y los cables acá, nunca he tenido problemas con ellos, tampoco mis plantas y los animales”.

Ese tiempo de convivencia con la infraestructura de transmisión eléctrica en la vereda Minchoy, habitada por 15 familias, se debe a que es surcada por dos activos del Grupo Energía Bogotá (GEB): las líneas Interconexión con Ecuador, que opera desde 2007, y la Mocoa – Jamondino, construida en 1995, adquirida por esta compañía en 2009.

Las dos líneas, con toda su infraestructura, pasan no solo por el predio ‘Mundo nuevo’, sino también al frente de la casa familiar, a unos 150 metros, donde viven hace tres décadas Carmelina y su familia.

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Uno de sus vecinos, Miguel Guerra Imbachi, ratifica lo dicho por la Secretaria de la Junta de Acción Comunal. “Nunca han sido problema las torres y los cables. Los cultivos no se nos dañan y las vacas y los demás animalitos siguen normal. Antes, la ‘Energía de Bogotá’ nos ayuda, por ejemplo, trabajamos en la construcción de las torres y nos apoyaron con la iluminación solar del caserío”, apunta.

Jacqueline Medina Trejos, la segunda hija de Carmelina y José, hace un gesto como de estar en un examen escolar escudriñando en su mente las respuestas perdidas. Después de varios segundos afirma que no recuerda, en sus 26 años de vida, algún incidente con las torres o que le haya pasado algo a ellos, a algún vecino, a algún animal o a la vegetación.

“Llevo toda mi vida acá y nada ha pasado”, subraya Jacqueline y quien mejor que ella para decirlo, porque trabaja para la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonia (Corpoamazonia) registrando en un cuaderno, con rigurosidad de notario, las especies que ve o de las que encuentra evidencia y luego las reporta a la entidad.

Incluso, apunta, cerca a la torre 489 que está en el predio ‘Mundo nuevo’ se ha visto a la danta llegar y ella misma ha encontrado cerca rastros de oso, como huellas y arañazos en árboles. “La poca gente que viene por acá sabe que debe respetar la torre y el recorrido de la línea; eso sirve para que los animalitos puedan moverse tranquilos, así como ayudan a crecer a los cuyes de mi mamá”, asegura sonriendo con su hija Aelin, de 4 años, mientras escogen al roedor que esa noche los acompañará en la cena.