Desde las entrañas de Colectora
Miercoles, 14 de Mayo de 2025
Por William Acosta Pedraza, profesional Social de Enlaza.
“¡Uff! ¡Qué día tan pesado!”, dice Andrés resoplando mientras se sube a la camioneta.
El aire acondicionado lo refresca en un primer momento; luego, por la camisa ‘ensopada’ del sudor le da algo de frío, hasta que finalmente se aclimata de nuevo el cuerpo y el entorno.
Van a ser las cuatro de la tarde, y ya se empieza a ‘hacer tarde’ para retornar hacia Riohacha. Son dos horas largas desde aquella comunidad wayuu, ubicada en Uribia, en el camino que conduce hacia la futura subestación Colectora.
“Lo bueno es que ahora rinde un poco más con la vía así”, comenta Rafa, uno de los conductores que ha venido sorteando las trochas y dificultades de ese recorrido hacia la subestación por varios años.
Se refiere a los acondicionamientos que se han ido haciendo a ese camino, que se interna hacia las comunidades wayuu a la altura del kilómetro 97 en la vía que conduce de Uribia hacia la Alta Guajira. Ese es uno de los primeros logros tangibles del avance en la construcción del proyecto en este tramo: la adecuación de partes de la vía para el tránsito de materiales y personal para la construcción de la subestación y las torres de energía que se construirán en esta zona.
Efectivamente eso ayuda, en especial en las partes más complejas del trayecto, a disminuir la sensación que produce la ondulación del camino y a que se pueda ir un poco más rápido en las partes que la vía y los acuerdos de consulta previa lo permiten, pues existen unos pedazos en que la velocidad no puede exceder los 10 ó 30 kilómetros por hora, a fin de cuidar el entorno y respetar el paso de las comunidades que se encuentran cerca del camino.
La camioneta toma ya la vía nacional llena de polvo de arena y el resplandor del sol se mete de frente por las ventanas del panorámico. En adelante, el camino son dos largas rectas contrapuestas, prácticamente en forma de escuadra, que no están exentas de huecos en cualquier carril ni de los chivos y animales que de manera intempestiva se asoman a la carretera para poder pasar de un lado a otro, luego de haber pastoreado durante el día lejos de su corral.
“Rótelo”, indica uno de los compañeros abriendo una bolsa de maní.
Los más experimentados saben que los días tienen formas impredecibles y más cuando se sale a campo, por lo que vienen más que preparados y a esta hora las ultimas reservas de mecato y agua son más que bien recibidas y compartidas entre todos.
En la camioneta, se escuchan uno tras otro los vallenatos de los Hermanos Zuleta y los Betos, algo normal en La Guajira, donde en todos los rincones aún en los menos pensados, el acordeón y la guacharaca acompañan los días. La música es lo que mantiene activo a Rafa mientras va conduciendo, mientras que los demás pasajeros comienzan a adormecer.
“¿Valdrá la pena?”, se pregunta Andrés algo entredormido. El celular vibra y da unos pequeños pitidos, empiezan a entrar unos cuantos mensajes retenidos por la falta de señal…es momento de reportarse; de reportarse en la casa: “amor, hasta ahora tengo señal. Ha sido un día largo. En la casa te cuento”, y de hacer el reporte del día por el grupo de Whatsapp.
Entre los mensajes que llegan, la mayoría se puede decir que son buenas noticias; la realización de una de las últimas reuniones de inicio de obra, completando el 98%; la satisfacción de una comunidad por la aclaración de unas dudas, y el cierre de varias iniciativas de compensación socio cultural: un par hacia las comunidades de Maicao, a través de la entrega de hilos para artesanías y de animales, lo que seguro aportará a la economía de los wayuu en esa zona, y la finalización de la construcción de una enramada y aula multipropósito en una comunidad llamada Maishen.
“¡Qué bacano ver materializar los proyectos!”, dice una de las compañeras, la tercera que completa la comisión del día leyendo en su celular.
Eso va bien, piensa Andrés, luego que apoyó la concertación de alguno de esos proyectos con las comunidades. También, entre los mensajes llega la noticia de que se sigue avanzando en el proceso de cimentación de nuevos puntos de torres, y que los recorridos del día para replanteos y reconocimientos para el levantamiento de actas viales y de vecindad fueron todos exitosos. La entrega de algunos víveres y visitas de relacionamiento con diferentes comunidades, se logran sin novedad alguna.
“Se realiza reunión con los líderes, mayores y autoridad tradicional -teclea en su celular- de la comunidad de Jawain en la vía a la subestación, a fin de dar las claridades necesarias respecto al paso del contratista y los acuerdos previamente establecidos en la consulta. Se acompaña el recorrido solicitado en el marco de la reunión. Como conclusión, se logra reestablecer el paso por este sector y el compromiso de evitar cualquier obstrucción al normal tránsito por la vía”, finaliza el primer reporte, apurando la redacción antes de volver a quedarse sin señal.
“¿Valdrá la pena?” ¡Claro que sí vale la pena!, se responde Andrés, luchando ya no se sabe si contra el sueño o la vigilia.
¡Claro que sí! Y tiene razones para decirlo. Ha estado desde el inicio mismo del proyecto, con el Diagnóstico de Alternativa Ambiental, vino a apoyar los primeros recorridos y se quedó, por lo que conoce palmo a palmo la línea del proyecto. Estuvo en todo el proceso consultivo, madrugando y trasnochando todos los días para sacar adelante junto con el resto del equipo las 223 consultas previas que implicaron el proyecto en el tramo de La Guajira, llamado “CC-Colectora-Cuestecitas”, por lo que el trajín que ha implicado la construcción no le resulta nuevo.
Esas jornadas extensas y desgastantes, con el calor y concentración a tope, pues lo que se dijera o quedará en el acta no se podía descuidar; en las que se dedicaron muchos espacios de diálogo para construir confianza con las comunidades, y concertar con ellas los impactos y medidas de manejo, en ocasiones -piensa- no son más fuertes que días como hoy. “Si ya logramos eso, podemos con lo demás”, se dice a sí mismo.
Obtuvimos la licencia ambiental, logramos concertar los más de 350 proyectos con las comunidades y se construyó con todas, el manual de relacionamiento intercultural, “incluso ayudamos a darle manejo a varios conflictos que siguen presentes en ciertas comunidades por temas internos”, agrega Andrés para sus adentros, con los ojos cerrados, enumerando los logros, sus logros, los logros de todos, quizá dándose ánimo.
El sol ya no está al frente, sino que se cuela más tenue por uno de los lados de la camioneta. Es un atardecer lindo, de esos que casi nunca fallan en La Guajira. Y mientras haya vida quedan esperanzas, se escuchan en la radio los versos de Jorge Oñate. Los celulares vuelven a coger señal. Mira la hora en el reloj: 5:40 de la tarde. A pesar de sentirlo vibrar y sonar no quiere coger el celular a ver si por fin logra dormir un poco antes de llegar.
“¡¿Ya vieron?!”, pregunta sorprendida y un tanto emocionada.
Entre los muchos mensajes, uno al que todos están reaccionando por el chat, la primicia: la foto de la primera torre completada y en pie en territorio wayuu. “¡Está valiendo la pena!”.