La arqueología como puente entre el pasado, la identidad y el progreso
Viernes, 07 de Noviembre de 2025
Sumario | Un interesante diálogo, generado durante el taller “Territorio y raíces: explorando la identidad a través de la arqueología”, se convirtió en testimonio vivo de la comunidad afrodescendiente sobre el valor de conocer el pasado, para construir el futuro.
En el marco de la fase de arqueología pública del Programa de Arqueología Preventiva asociado al proyecto Refuerzo Suroccidental, tramo La Virginia-Alférez, Enlaza realizó el taller "Territorio y raíces: explorando la identidad a través de la arqueología". Un espacio adelantado en el corregimiento El Tiple, de Candelaria, Valle del Cauca, que más que una actividad, se convirtió en testimonio vivo de la comunidad afrodescendiente, reuniendo las voces de 29 participantes: 20 mujeres y 9 hombres.
Con palabras, sencillas y profundas, tejieron un relato colectivo que reveló la fuerte conexión entre el territorio, la memoria de sus ancestros y la identidad que los define.
“A través de cuatro ejes: cabeza (futuro), corazón (pertenencia), manos (sustento) y pies (orígenes), sus narrativas no solo dibujan un panorama de sus deseos y temores, sino que reivindican el reconocimiento de su historia como base fundamental para construir futuro”, explica Juliana Gómez, coordinadora de Arqueología, de Enlaza.
Este artículo es un eco de esas voces, un testimonio de su visión y una reflexión sobre el papel crucial de la arqueología en este diálogo.
La cabeza: visiones de un futuro anclado a la herencia
Las aspiraciones de esta comunidad son un claro reflejo de su herencia. No sueñan con un progreso ajeno, sino con uno que dialogue con su pasado. "Que siga el legado, educando, haciendo historia", expresa una participante, mientras otro anhela "seguir unidos y seguir conservando nuestras costumbres; no olvidar de dónde venimos, seguir defendiendo nuestro territorio".
Su futuro ideal es próspero, pero, sobre todo, es suyo: un lugar donde la unión comunitaria y la tierra productiva —"sembrar para comer"— sigan siendo el sustento físico y espiritual. Estas visiones testimonian que el verdadero desarrollo no se impone, sino que se cultiva, respetando las raíces que ya están allí.
El corazón: los sentimientos que defienden el territorio
El vínculo con la tierra se siente en el pecho. Es un lazo de amor forjado por el sudor de los ancestros y la calidez de la comunidad. "Amo mi territorio porque mis ancestros trabajaron mucho", confiesa una voz, expresando un sentimiento compartido. "La hermandad que vivimos en nuestro corregimiento", agrega otra.
Pero este corazón también late con nostalgia por un paisaje perdido, "antes había muchos árboles, ahora hay mucha caña", un testimonio que evidencia el impacto de los cambios en el tejido emocional de la comunidad. La arqueología da cuerpo a estos sentimientos, transformando la nostalgia en pruebas tangibles de un modo de vida que merece ser recordado y protegido.
((Foto))
Pie de foto 2: La arqueología preventiva emergió en este ejercicio como una herramienta de justicia histórica y escucha activa.
Las manos: el trabajo que teje el tiempo
Las manos de la comunidad son el puente más directo con sus antepasados. En la agricultura, la cocina tradicional y el uso de plantas medicinales, se repiten gestos centenarios. "El trueque de cultivos con vecinos" y "enseñar lo de la abuela a los sobrinos" no son meras actividades; son actos de resistencia cultural que mantienen viva la memoria.
El taller recogió este testimonio crucial: el sustento diario es historia en acción. Cada hallazgo arqueológico —un fragmento cerámico, una herramienta en piedra, un volante de huso— valida esta continuidad, reconociendo que su patrimonio no está en un museo, sino en sus huertas, cocinas y, en general, en su vida cotidiana.
Los pies: el suelo firme de la memoria
Para caminar hacia adelante, se debe saber sobre qué se está parado y el camino recorrido. Los participantes fueron claros: el suelo de El Tiple está hecho de las historias de sus abuelos ("las cosas antiguas que me han mostrado") y de la memoria de un paisaje más generoso ("el Tiple eran bosques y lagunas"). Estos recuerdos son los cimientos de su presente.
La arqueología preventiva excava literal y metafóricamente estas capas, devolviéndoles elementos tangibles de su historia. Este proceso les provee un punto de apoyo firme para preservar su legado y, como testificó un joven, para "conocer nuestra historia, para comprender el futuro".
Arqueología preventiva, un testimonio para el progreso, con identidad
El taller en El Tiple dejó una evidencia clara: la identidad es un diálogo permanente entre el territorio, el trabajo y la memoria. La arqueología preventiva, lejos de ser una disciplina técnica fría, emerge de este ejercicio como una herramienta de justicia histórica y escucha activa. Su valor trasciende las excavaciones y los elementos; se convierte en el mecanismo que permite viabilizar proyectos de infraestructura crítica, como la transmisión eléctrica, no a pesar de la comunidad, sino con ella.
((imagen))
Estos ejercicios testimoniales demuestran que el desarrollo y la preservación no son conceptos opuestos. Por el contrario, la arqueología preventiva es el puente que permite el avance responsable de proyectos de interés nacional, asegurando que el progreso no sea sinónimo de desconocimiento cultural. Al documentar, proteger y valorizar el patrimonio material e inmaterial, se garantiza que las comunidades no sean solo espectadoras del cambio, sino guardianas activas de su ancestralidad, dentro de un proceso de transformación territorial.
Proteger los vestigios es, en esencia, garantizar el derecho fundamental de las comunidades a construir un futuro energético para el país, sin tener que sacrificar la esencia de quiénes son y de dónde vienen. Como expresa una de las voces de El Tiple, se trata de que "no olvidemos de dónde venimos", incluso mientras iluminamos el camino a seguir.