Minchoy, una vereda con mucha energía

Miercoles, 10 de Marzo de 2021

En el norte del Putumayo está uno de los tesoros naturales de Colombia que todavía, providencialmente tal vez, no sea ha descubierto del todo: la vereda Minchoy.

Es una hermosa porción de tierra del municipio de San Francisco (Putumayo) enclavada en el Valle del Sibundoy, rica en paisajes verdes salpicados con tonalidades multicolores, surcada por ríos y quebradas, con una vegetación exuberante, potente, y una fauna tan rica que la zona podría considerarse un edén en la tierra.

Por allí, por un ‘Camino real’ del cual todavía existen vestigios y que aún utilizan quienes viven en la vereda, fue que los colonos venidos de Pasto (Nariño) empezaron a bajar hacia Mocoa y el resto del Putumayo con mercancías, enseres y provisiones a veces en fardos tan grandes y pesados que hacían que las mulas se desbarrancaran en los precipicios sin fondo que abundan en el recorrido.

La vereda es también un sitio estratégico para la seguridad y confiabilidad energética del sur de Colombia. Por allí surcan dos activos de Transmisión del Grupo Energía Bogotá (GEB), las líneas Interconexión con Ecuador, que opera desde 2007, y la Mocoa – Jamondino, construida en 1995 y adquirida por esta compañía multilatina en 2009.

Esa infraestructura se ha convertido en un corredor verde por donde habitan fauna y flora, pues, asegura Fredy Zuleta Dávila, gerente General de Transmisión del GEB, la servidumbre sobre la que pasa una línea de energía es en sí misma una franja protegida en la que no se puede construir ni deforestar y, por tanto, un cinturón natural a lo largo del cual conviven las distintas especies del rico ecosistema colombiano.

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Para habitantes de Minchoy, como Miguel Guerra Imbachi, las torres y los cables no son causa de problemas con las personas, los animales o la vegetación. Por el contrario, asegura, ayudan a que la comunidad y los ocasionales visitantes respeten esas franjas y animales como el oso andino y la danta, además de decenas de aves que se movilizan por la región. “Acá la fauna sigue igual y la vegetación también, salvo la explotación de maderas que algunas personas realizan todavía”, afirma.

La bióloga nariñense Ximena Galíndez, quien por muchos años ha recorrido y estudiado Minchoy y el Valle del Sibundoy y ha estado vinculada a organizaciones y corporaciones ambientales, no duda en afirmar que esa región es privilegiada en recursos naturales.

Según el estudio más reciente de la Sociedad para la Conservación de la Vida Salvaje (WCS, por sus iniciales en inglés), que data de 2016, solo en el área de Minchoy se identificaron 100 especies de plantas, 163 de aves, 6 de anfibios y 4 de reptiles, además del imponente oso andino, entre otros mamíferos.

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“Es una zona de una amplísima biodiversidad. Allí encontramos muchos nacimientos de agua, fauna muy característica a nivel de los ecosistemas acuáticos, de humedales, aves y adicionalmente podemos ver megafauna, es decir, grandes mamíferos: encontramos danta de montaña, puma y también hay registros de oso andino, que son especies muy importantes para los ecosistemas y muy indicativas de la alta calidad de este ecosistema, es decir, que el ambiente les ofrece muy buena calidad de condiciones para que estén allí”, explica Galíndez.

Las palabras de esta bióloga, nacida en Nariño pero que ama intensamente al Putumayo, se traducen básicamente en que la presencia por más de dos décadas de la infraestructura del GEB en la zona no solo no perjudica al ecosistema sino que, por el contrario, lo favorece por formar lo que se les conoce como ‘corredores verdes’.

Galíndez afirma que a esa preservación de la zona han ayudado acciones como las desarrolladas conjuntamente por Corpoamazonia y Transmisión del GEB, que ejecutaron un plan de conservación del oso andino y la danta que además del Alto Putumayo cubre algunas zonas del Medio Putumayo e involucró a las comunidades.

Precisamente, apunta la bióloga, esos esfuerzos conjuntos son los que permiten y permitirán que esta zona del Alto Putumayo por donde está la infraestructura del GEB siga manteniendo esa riqueza.

“Además de las acciones y decisiones que tome la autoridad ambiental en esta zona –opina Galíndez–, las empresas privadas como el GEB, ONG ambientalistas y la gente que vive en la zona pueden contribuir a esa preservación desde el rol de cada uno y en efecto ya se está dando. La idea es que todos seamos aliados para que podamos convivir mejor en esta bella región”. Y en eso está Transmisión del Grupo Energía Bogotá.