El guardián del Barbas Bremen

Miercoles, 10 de Marzo de 2021

Si hay alguien con experiencia y conocimiento directo sobre el Distrito de Conservación de Suelos Barbas Bremen, un multicolor santuario de flora y fauna de 1.800 hectáreas entre Risaralda y el Quindío, con clima de edén y rebosante de bosques húmedos, quebradas, cuencas y ríos, es Marino Duque López, el gurdabosques.

Él es el típico habitante campesino de la región: bonachón, de lengua prodigiosa, que extiende las ‘s’ y omite algunas ‘c’ y ‘p’ intermedias al hablar y, lo más importante, adora a su tierra, en la que nació y ha estado toda la vida.

Hace cerca de tres décadas empezó a ser voluntario en el cuidado de un sector del Barbas Bremen, por un evento bárbaro. Una tarde su esposa llegó corriendo a donde él estaba y le dijo que en una casa de la vereda donde vivían, Yarumal Alto, le habían acabado de ofrecer para llevar una carne rara, muy roja, casi como de fuego.

Marino fue hasta el lugar y en el patio vio a varias personas reunidas consumiendo, entre risas, carne asada, en un alambre colgado el cuero recién arrancado de una hembra de mono aullador y al lado, en una cajita, dos crías que le extrajeron al primate antes de matarlo.

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Denunció el caso a las autoridades y desde entonces se dijo, y le prometió a su esposa, que siempre haría lo que fuera necesario para cuidar el bosque y espantar a las hordas de cazadores que desde el Valle del Cauca venían, con escopetas y enormes perros montaraces, a llevarse muertos o exangües a los animales de la región que se le atravesaran.

Empezó a recorrer la zona hasta aprenderse todos los recovecos y se convirtió en un experto en caminos, animales y vegetación. El premio le llegó en 2016, cuando oficialmente fue designado como guardabosques.

Marino se sabe, con detalle, el nombre común y las características de las plantas, las aves y los mamíferos que circulan o llegan esporádicamente al Barbas Bremen y por eso asegura que todo está igual a como antes de que llegara, en 2018, Transmisión del Grupo Energía Bogotá (GEB) a construir y operar, un año después, la línea Armenia a 230 kilovoltios, un complejo de ingeniería concebido para mejorar la confiabilidad del servicio en los departamentos del Eje Cafetero.

“Hasta ahora no se ha visto que por las torres y las líneas que pasan bien arriba del Barbas Bremen la fauna de acá esté desapareciendo, las quebradas secándose y los árboles muriendo; eso es pura mentira –afirma Duque–. Por el contrario, ahora hay más animalitos y con eso de la pandemia mucho mejor: se han registrado especies que no veíamos acá y otras volvieron, como el oso de anteojos, el puma, la danta y unas aves que emigran de otros países”.

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Antes que como un invasor, afirma el guardabosques Duque, Transmisión del GEB es visto por los habitantes de las veredas aledañas como un aliado del Distrito de Conservación de Suelos, pues la compañía multilatina les está ayudando a proteger y cuidar este ecosistema que hoy, subraya con orgullo, es una atracción mundial.

Para minimizar eventuales impactos en el ecosistema del Barbas Bremen –que atraviesa en 7,4 kilómetros–, Transmisión construyó e instaló torres de más de 100 metros, el doble de altura de las normales, en las áreas más sensibles del lugar. Igualmente, con el Instituto Humboldt y las corporaciones autónomas del Quindío y de Risaralda reforestó, con 33.000 árboles de especies nativas (yarumo, mano de oso, arboloco y balso, entre otros), 45 hectáreas del lugar y construyó una guía para la restauración ecológica.

“También nos ayudó en la construcción de un sendero ecológico en la vereda Yarumal, que es una belleza y sitio obligado de los turistas extranjeros y nacionales. Ahí usted ve al mico aullador, a las pavas, aves, serpientes y árboles de todas las clases. Eso es una maravilla que solo se ve acá y que estamos cuidando con el Grupo Energía Bogotá, Ahorita vamos pa’ que vean”, afirma Duque

Lo único que en ocasiones le preocupa son los cazadores que a veces incursionan en el Barbas Bremen. Pero dice que, si no los espantan las autoridades, los campesinos que protegen el ecosistema o él, lo hará el duende que, “jura’ito por Dios”, habita este mágico especio verde del privilegiado Eje Cafetero.

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